EL PERIODO ENTREGUERRAS


El arte del periodo entreguerras

El surrealismno

Como eso del subconsciente es algo tremendamente personal, no hay un «estilo surrealista». Cada autor lo vivía a su manera, pero podemos distinguir en líneas generales dos formas de arte surrealista:

Una automática, espontánea y fluída, con universos figurativos propios. Una naturalista, que muestra con figuración a veces hiperrealista el mundo de los sueños y el inconsciente. El arte surrealista suele ser incongruente, onírico y muy original, en el sentido que el artista muestra su faceta más individual, aunque es curioso, pues el arte surrealista tiene algo universal, que todos podemos entender. Hasta los niños pueden captar si algo es surrealista o no.

Con el movimiento ya establecido en los años 30, y con los más extraordinarios artistas apoyándolo, Breton se convirtió en una especie de papa. Tan celoso era de la pureza de su teoría que realizaría purgas a todo aquel que cuestionara sus postulados.

Serían expulsados del movimiento figuras tan brillantes como Dalí o Artaud.

(CC) Miguel Calvo Santos, 21-01-2015

La persistencia de la memoria, Salvador Dalí.

El hijo del hombre, René Magritte

La nueva objetividad

La nueva objetividad (en alemán: Neue Sachlichkeit) fue un movimiento artístico surgido en Alemania a comienzos de los años 1910 que rechazaba al expresionismo. El movimiento acabó, esencialmente, en 1933 con la caída de la República de Weimar y la toma del poder por los nazis. El término se aplica a obras de arte pictórico, literatura, música, arquitectura, fotografía o cine.

Gustav Friedrich Hartlaub, que era el director del Kunsthalle de Mannheim, acuñó el término en 1923 en una carta que envió a colegas describiendo una exposición que estaba planeando. En su posterior artículo, «Introducción a la Nueva Objetividad: la pintura alemana desde el expresionismo», Hartlaub explicó, lo que aquí estamos mostrando se distingue por las — en sí mismas puramente externas — características de la objetividad con la que los artistas se expresan ellos mismos. Identificó dos grupos: los veristas, que «rasgan la forma objetiva del mundo de hechos contemporáneos y representan la experiencia corriente en su tiempo y febril temperatura»; y los realistas mágicos, quienes buscan el «objeto con la habilidad eterna de encarnar las leyes externas de la existencia en la esfera artística».

Para movimiento literario italiano de finales del XIX, véase verismo. Para movimiento literario hispanoamericano de mediados del siglo XX, véase realismo mágico. Aunque la distinción entre veristas y realistas mágicos es de hecho bastante fluida, los veristas pueden ser considerados el ala más revolucionaria de la nueva objetividad, ejemplificada en Otto Dix y George Grosz. Su forma vehemente de realismo distorsiona las apariencias para enfatizar lo feo. Era la realidad que estos artistas deseaban exponer. Su arte era crudo, provocativo y ásperamente satírico. Otros importantes veristas fueron Rudolf Schlichter, Georg Scholz (en sus primeras obras), y Karl Hubbuch. Max Beckmann, quien nunca se consideró a sí mismo parte de ningún movimiento, es un gigante entre los veristas, incluso aunque él a veces, se llame a sí mismo un expresionista.

En comparación con los veristas, los realistas mágicos ejemplifican con mayor claridad el «regreso al orden» posterior a la Primera Guerra Mundial que se alzó en las artes por toda Europa, y que encontró su expresión en el neoclasicismo. Los realistas mágicos, incluyendo a Anton Räderscheidt, Christian Schad, Georg Schrimpf, Alexander Kanoldt, y Carl Grossberg fueron un grupo diverso que abarcaba desde el realismo casi fotográfico de Schad al neo-primitivismo de Schrimpf. Los cuadros de Räderscheidt muestran ecos de la pintura metafísica de los italianos Giorgio de Chirico y Carlo Carrà, y la influencia del pintor suizo Félix Vallotton es evidente en el agrio realismo de varios de los pintores de la nueva objetividad, tanto veristas como realistas mágicos. Entre los cultivadores de este realismo mágico estuvo Albert Carel Willink.

Día gris, George Grosz

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